Casi dos años después, me hallo en Valencia, y los otros quieren descansar. Dudo que entienden, pero tengo yo mi tarea y ando pasando por borrachos, inmigrantes y insomnes cuyas condiciones se han dejados tan solos como yo en este momento. Ni una palabra pasa entre nosotros.
Los bares sucios llegan a ser bares limpias y estoy ya en el puerto y veo al agua pero es una agua cerrada y tengo ganas de la playa. Ando paseando por los edificios grandes y ahora veo que sí, España era un imperio y imagino como solía ser en está ciudad, pero nada queda ahora con la excepción de estos monumentos a orgullo perdido. ¿Qué es un imperio si no orgullo? España se ha hecho bien intercambiando el imperio por una isla de vino y romance: incluso debajo de Franco no causó ningún daño a nadie sino a su mismo.
Llego a un hueco en los edificios y allí está una grúa roja en la forma de un cartón de leche, si solo quedaran los bordes con algunas plataformas y vigas para darle apoyo. Se apodera de mí y antes de nada estoy subiéndome la plataforma. Me doy cuenta de lo que estaba haciendo solo después de subirme la mitad: el miedo me para y me hace bajarme.
En pocos minutos, estoy entre restaurantes de lujo a la derecha y bares de lujo a otra. A través de la ventana de un club veo a la gente nadando como peces en una pecera. Pero eso no me interesa, solo este espacio de oscuridad a que me acerca y desde que algunas lineas vienen.
Quizás porque mi niñez
sigue jugando en tu playa
No puedo caminar bien en la arena pero no importa, sigo adelante y lo veo ahora, y llego y me desnudo y corro hacia la olas que me choquen y están frías y me hacen regresar. La próxima vez llego a una profundidad en que puedo nadar bien pero las olas están oscuros y el miedo viene y regreso otra vez. Entro otra vez y nado bien, con risa y miedo, mucho miedo pero tengo que continuar, metros y metros y metros hasta que no puedo tocar el fondo y lo hago y estoy, entre la luz y el horizonte oscuro que continua hasta la infinidad. El miedo se va y estoy, mi cabeza en el mismo nivel de la costa y en el malecón hay una noria tan brillante y azul como los ojos de mi abuelo.
Pienso en continuar pero hoy no es el día, después de un tiempo regreso a la grieta de luz en ente el mar y el cielo.
En pocos minutos, estoy entre restaurantes de lujo a la derecha y bares de lujo a otra. A través de la ventana de un club veo a la gente nadando como peces en una pecera. Pero eso no me interesa, solo este espacio de oscuridad a que me acerca y desde que algunas lineas vienen.
Quizás porque mi niñez
sigue jugando en tu playa
No puedo caminar bien en la arena pero no importa, sigo adelante y lo veo ahora, y llego y me desnudo y corro hacia la olas que me choquen y están frías y me hacen regresar. La próxima vez llego a una profundidad en que puedo nadar bien pero las olas están oscuros y el miedo viene y regreso otra vez. Entro otra vez y nado bien, con risa y miedo, mucho miedo pero tengo que continuar, metros y metros y metros hasta que no puedo tocar el fondo y lo hago y estoy, entre la luz y el horizonte oscuro que continua hasta la infinidad. El miedo se va y estoy, mi cabeza en el mismo nivel de la costa y en el malecón hay una noria tan brillante y azul como los ojos de mi abuelo.
Pienso en continuar pero hoy no es el día, después de un tiempo regreso a la grieta de luz en ente el mar y el cielo.